Para saber ganar primero hay que saber perder. Y para saber perder primero hay que saber quién eres.
En muchas ocasiones quien no digiere bien la derrota es porque está lejos de haber realizado un adecuado trabajo de autoconocimiento. Trabajo por cierto que siempre será incompleto pero que algunos no llegan ni siquiera a iniciar.
El alfa y el omega del liderazgo es la autenticidad. Es su inicio y su final.
Ya en 2007 los estudios de George, Sims, McLean y Mayer revelaron esta característica como elemento fundamental del liderazgo tal y como lo entendemos actualmente. El hecho de adoptar el estilo de otros líderes resta autenticidad al tuyo. Aprender de modelos positivos de liderazgo siempre es enriquecedor pero adoptar una etiqueta de manual impide que el autentico liderazgo aflore. Si bien nadie entrena para ser líder sino para expresar su mejor versión, esta versión aparece al actuar de manera consecuente con la autenticidad de uno mismo.
¿Cómo conseguimos que la autenticidad del liderazgo aflore?
Primero entrenando la vulnerabilidad con honestidad, aceptando las críticas de frente, en un entorno de confianza.
En segundo lugar con integridad. No puede entenderse el liderazgo sin integridad. Se hace literalmente imposible diferenciar integridad de liderazgo.
En un interesante artículo publicado en 2007 en la Harvard Business Review y escrito por Werner Erhard, Michael Jensen y Steve Zaffron, los autores definen la integridad como honrar la palabra. Dicho de otra manera, la integridad aparece cuando haces lo que dices que vas a hacer, honrando la palabra que te has dado a ti mismo en tus propias conversaciones o a otros en conversaciones públicas o privadas.
La integridad es un concepto que no admite acepción negativa al igual que ocurre con el liderazgo. Tal y como dicen los autores del estudio “los beneficios personales y organizacionales de honrar la palabra son enormes y por lo general, poco reconocidos”.
Entendiendo la integridad desde esta acepción más práctica y terrenal que moral, si una persona o un equipo hacen lo que dicen que van a hacer, la productividad se dispara.
Se cuenta una anécdota sobre el banquero J.P. Morgan en la que alguien le entregó un sobre que contenía una “formula secreta para el éxito”. El banquero respondió que, si le gustaban los consejos que el sobre contenía, pagaría 25.000 dólares por ello. Al abrir el sobre y leer el contenido, asintió con la cabeza y pagó.
¿Qué había escrito en aquel papel?
- Cada mañana escribe una lista de las cosas que deben hacerse ese día.
- Hazlas
Me ha encantado este artículo. Lo compartiré con mis colegas.
Si no haces lo que dices que hay que hacer, eres incoherente.
Si no haces lo que debes hacer en un día concreto, posiblemente seas ineficaz… (Esto lo pudo escribir J.P. Morgan unos meses después de abrir el sobre.)
Un abrazo
La palabra distingue a las personas confiables.
Un abrazo