El estudio Silence is Golden: Effect of Encouragement in Motivating the Weak Link in an Online Exercise Video Game, realizado por Brandon Irwin, Deborah Feltz y Norbert Kerr, profesores de la Universidad de Kansas State, demuestra que cuando un entrenador anima verbalmente la práctica de un deportista su rendimiento es significativamente menor que cuando un entrenador es atento pero permanece callado. ¿Cuál es el motivo?
Básicamente el motivo consiste en que los ánimos de aquellos entrenadores que se manifiestan verbalmente con mucha vehemencia, externalizan la atención y la energía de quien está practicando o compitiendo. Los elogios y los ánimos externos provocan que deje de fluir con normalidad el deseo interno de superarse, de continuar y de sobresalir, lo que incide en limitar de alguna manera las capacidades del deportista.
No seria correcto inferir de este estudio el hecho de que hay que dejar de animar a los deportistas sino que en muchas ocasiones esos ánimos se vuelven excesivos y provocan el efecto contrario al esperado. Un deportista no se motiva más porque tenga más estímulos externos sino porque pueda enfocarse internamente en su tarea.
Cuando los investigadores observaron que esto sucedía propusieron ver qué ocurría si trataban de compensar la distracción que generaba el entrenador introduciendo una política de incentivos. Y en la misma línea de otros estudios que demuestran el efecto pernicioso a medio y largo plazo de los incentivos, esta nueva distracción externa bloqueaba aún más la noción de autonomía del deportista, dificultando en gran medida la posibilidad de que el deportista pudiera tirar de sus recursos internos para resolver situaciones complejas y reducía todavía más el rendimiento.
El efecto de los entrenadores más silenciosos no es el único efecto positivo en los deportistas. Un entrenador que “se hace notar excesivamente” provocaba otro efecto negativo en los deportistas. Estos, opinaban que los entrenadores “ruidosos” actuaban así en su propio interés y no en el de sus deportistas. La interpretación que los deportistas hacían de esos ánimos dividían en dos posibilidades:
Unos pensaban que los gritos respondían a la necesidad de ganar del entrenador.
Otros pensaban que cuando los objetivos eran desproporcionados, el entrenador gritaba para animarse a si mismo.
Si llevamos esto al ámbito laboral y no solo el deportivo podemos reflexionar sobre esta situación de manera muy similar.
¿Te suena haber recibido una arenga motivadora orientada a alcanzar unos objetivos irreales y mal definidos? ¿Recuerdas el efecto contraproducente que generó en ti?
En algunas ocasiones a ciertos directivos solo les queda la arenga para tratar de creerse que ciertos objetivos desmedidos son posibles y cuando esto no termina ocurriendo aparecen las justificaciones de siempre: Las personas no están motivadas, en mi negocio los trabajadores son mercenarios y la rotación es alta. Y por supuesto, encontrar a un malvado, culpable de la destrucción de mi proyecto ilusionante. Aunque indagaremos más adelante en sucesivos post, la motivación proviene de cumplir tres necesidades básicas de los seres humanos: La autonomía, las relaciones sociales y la necesidad de competencia. De poco o nada sirve arengar si estas necesidades no están cubiertas. Y si están cubiertas, el líder se hace silencioso y no busca arengar.
Pero eso será motivo de nuevos post.
Mmm, Álvaro, me gusta mucho tu post y conecta bastante con lo que se dice en Disciplina Positiva sobre alentar en vez de alabar.
Bueno, y por no mencionar aquí a otros pediatras y psicólogos cuando vienen a decir que mejor estar calladito en muchas ocasiones cuando estamos educando a nuestros hijos y/o alumnos.
Gracias por compartir tus ideas