Asistimos a diario a la retirada de muchos deportistas a los que su cuerpo les dice basta. La élite no es saludable y quien sabe cuidarse es capaz de aguantar unos años más que el resto.
Sin embargo siempre existen casos que rompen esta estadística. Este es el caso de Carlos Soria (1939) que con sus 77 años acaba de hacer cima en el Annapurna (8091m) convirtiéndose en la persona con más edad en lograr 12 de los 14 ochomiles del planeta. Este septuagenario alpinista es, posiblemente, el único deportista del mundo que, a su edad, sigue en la élite de su deporte. Y como es previsible ya prepara los dos últimos que le quedan: El Shisha Pangma y el Dhaulagiri.
Subir el Annapurna se había convertido en un objetivo difícil ya que lo había intentado en 2012 y 2015 sin éxito porque la naturaleza así lo había decidido.
No busca records ni tiene prisa por conseguirlo. No esconde que utiliza cuerdas fijas y oxigeno cuando es necesario. Escala porque es lo que más desea en el mundo. Aun así hay quien lo critica por ello. Parece que la envidia está demasiado arraigada en el ser humano.
Carlos Soria se muestra orgulloso por “estar haciendo las cosas bien, como siempre las hacemos”.
La prudencia es la forma de miedo más saludable que existe y gracias a ella hemos conseguido sobrevivir como especie. Sin lugar a duda es una de las máximas en las que se asienta la filosofía de este veterano alpinista: “Cuando estás de nuevo en el campo base es cuando verdaderamente has conseguido las cosas. En la cima siento ganas de volver porque la bajada es igual o más peligrosa que la subida”.
¿Qué lecciones podemos aprender de un éxito como el de Carlos Soria?
Hoy destaco tres, aunque seguramente que sean muchas más las que se puedan extraer.
En primer lugar, la prudencia. En el intento fallido del 2015, Soria decía que “Nos apetece mucho subir al Annapurna pero también nos apetece mucho vivir”. Ya decía Aristóteles que el hombre prudente es el que sabe deliberar bien. Y hacerlo en un contexto tan incomodo como la alta montaña se torna más importante aún.
En segundo lugar, la excelencia, por la cual el objetivo no se cumple en la cumbre sino en el regreso a casa, fruto de un trabajo planificado y bien llevado a cabo.
En tercer lugar, desafiar los límites. Todos tenemos límites. Siempre lo he creído. Lo que ocurre es que nos damos por vencidos demasiado pronto y aunque el primer abandono es el más difícil, luego nos acostumbrados a tirar la toalla con demasiada facilidad.
El caso de Soria es extraordinario. Es verdad que no tiene comparación con nada y es por eso que me parece un modelo en el que inspirarse. Cada montaña es una metáfora del más difícil todavía. El esfuerzo y la ética del sudor no entienden de edad y es el secreto más evidente del éxito.
Si pusiéramos una dosis de Carlos Soria en nuestras difíciles ascensiones y descensos, seguramente que en la prudencia y en la excelencia encontraríamos las claves para desafiar nuestros supuestos límites.
Muchas gracias por el artículo de esta semana. Me ha parecido muy gráfico. Espero recordar en las montañas que tenemos cada día esa dosis de Carlos Soria que tantas veces necesitamos.
Un saludo
Excelente nota Alvaro, definitivamente nos da mas que un ejemplo, nos da una leccion, en donde nos demuestra que hay mucho por aprender en la vida, en cada cosa que hacemos, en cada proyecto que emprendemos y una muestra mas de que los limites estan en la mente y sobrepasarlos en la voluntad. Un abrazo Alvaro.