De vez en cuando sal a dar un paseo y relajarte un poco. Seguro que cuando vuelvas a tu trabajo, tu juicio será más preciso, pues cuando permanecemos constantemente en una tarea perdemos perspectiva.
Al tomar un poco de distancia, el trabajo parece menor y podemos ver fácilmente si hay una falta de armonía o proporción.
Estas palabras escritas por Leonardo Da Vinci bien podían haber sido escritas por algún contemporáneo nuestro. No teniendo nada de nuevas son tremendamente aplicables a cualquier momento actual.
Comparto con vosotros el cuento del leñador que no afilaba su hacha porque ambos fragmentos nos enseñan que para ser realmente eficientes no solo basta con hacer cada vez más y dedicarle más tiempo a hacerlo, sino que debemos tomar distancia, parar, reflexionar y prepararnos para poder superarnos día a día.
“Hace muchos años, vivía un leñador en un gran bosque junto a su mujer y sus hijos. La vida les fue bien mientras había árboles cercanos y los talaba, vendiendo posteriormente la madera y ganando el dinero necesario para poder comprar alimentos y lo más básico para su familia. Podíamos decir que su vida era feliz…
Pero un día, un gran incendio calcinó todos los árboles a kilómetros a la redonda y nuestro leñador no pudo seguir cortando árboles cerca de su casa, por lo que decidió marcharse a trabajar a una empresa maderera que había en otro bosque cercano.
Al llegar, le preguntó al capataz si podía trabajar, garantizándole que cortaría árboles tan rápido como el más rápido de sus leñadores, pues lo había hecho toda la vida. El capataz decidió darle trabajo y que se pusiera manos a la obra ya mismo. Le dijo que empezara por una zona y que como mínimo debía cortar diez árboles cada día. Dicho y hecho, el leñador agarro su hacha y empezó a cortar árboles, al final del día había cortado veinte árboles. El capataz no cabía en sí de gozo, aquello era increíble nadie cortaba tantos árboles como nuestro leñador…
El segundo día, el leñador cortó quince árboles en lugar de veinte, pese a dedicar el mismo esfuerzo y energía que el día anterior.
El tercer día, sólo cortó diez árboles, dedicándole incluso mucho más esfuerzo y energía que el primer y segundo día.
Al cuarto día, nuestro leñador sólo pudo cortar cinco árboles en toda la jornada… Se acercó a su capataz y con lagrimas en los ojos, le dijo que había hecho lo mismo de siempre incluso cada día se esforzaba el doble, pero cada vez tardaba más en cortar cada árbol, era como si no tuviera fuerzas…, el capataz lo miró fijamente, después miro su hacha y a continuación, le dijo: ¡buen hombre, cuánto hace que no afilas el hacha”
Si nuestra táctica (cortar árboles) no responde a responde a nuestra estrategia (cortar de manera más eficiente) nunca seremos capaces de hacer las cosas mejor.
Muy buena reflexión pues yo necesito hacerlo …
No sólo no podremos hacer las cosas mejor, sino que ni siquiera podremos mantener los niveles anteriores.
Gracias Álvaro.
Lo importante de todo es mantener nuestra motivación inicial y para ello nuestro cerebro debe obtener su descanso diario. La eficacia es nuestro mayor motor. Desde Estados Unidos nos inculcaron la falsa idea del “SI NO HAY SUFRIMIENTO Y ESFUERZO NO GANARÁS”. ¿Alguien nos ha explicado que las cosas se pueden hacer con cierta estrategia para rendir del mismo modo? ¿Por qué todo aquello que es duro o difícil es más valioso? GRACIAS ALVARO. Tus artículos enganchan más que esperar el cuentame del Jueves. Un abrazo.
Cierto!!…Afilar el hacha….
y volver a hacer tu labor después…
Gracias por estar ahí, Alvaro.
Un beso fuerte.
Gracias Álvaro ! , un saludo desde Honduras
Muy buena reflexion, util y aplicable.
[…] gestión de uno mismo. El abandono emocional eleva el peso del vaso hasta límites insospechados. Afilar el hacha suele resultar siempre muy aconsejable para volver a conectar con nosotros […]