Sucedió apenas hace unos días. Dos alpinistas, la francesa Elisabeth Revol y el polaco Tomasz Mackiewicz tuvieron serios problemas en el descenso tras hacer cumbre en el Nanga Parbat, viéndose obligados a hacer noche a 7400 metros de altura. Pidieron ayuda y Polonia montó una expedición de rescate en coordinación con Francia.
Cuatro voluntarios accedieron a escalar durante horas por la noche en busca de los dos alpinistas. Denis Urubko (polaco con doble nacionalidad rusa), Adam Bielecki, Jaroslaw Botor y Piotrek Tomala, fueron transportados en helicóptero hasta la base del Nanga Parbat, a unos 4.900 metros.
Después de horas de ascenso dos de ellos, Urubko y Bielecki pudieron llegar hasta donde se encontraba la alpinista francesa Elisabeth Revol quien había comenzado a descender en solitario por los problemas que impedían avanzar a su compañero de expedición.
El Nanga Parbat, también llamada la “montaña de la muerte” fue escalada por primera vez en 1953 por el austriaco Hermann Bulh pero no fue hasta 2016 cuando el alpinista vasco Alex Txikon junto al italiano Simone Moro y el paquistaní Ali Sadpara fueron capaces de hacer cumbre en invierno con temperaturas inferiores a los -40ºC.
La crudeza extrema de este deporte hace aún más loable la generosidad desmedida de quienes arriesgando sus vidas fueron en busca de estos dos deportistas. No fue posible rescatar al polaco Mackiewicz por la práctica imposibilidad de alcanzar su posición, a más de 7000 metros, en las condiciones climatológicas en las que se veían envueltos.
40 largas horas pasaron desde que recibieron la señal de auxilio hasta que pudieron rescatar a Revol. Y ahí, extenuados a casi 6200 metros tuvieron que tomar la difícil decisión de no seguir ascendiendo en búsqueda de su compatriota.
Hablamos de generosidad y de toma de decisiones en nuestra realidad cotidiana y no somos conscientes de cómo en situaciones tan extremas como estas existen personas capaces de ir un poco más allá tratando de salvar vidas. Podían haber alegado cualquier cosa para no arriesgarse. Nadie hubiera entendido su negativa como un gesto egoísta. Sin embargo, en situaciones límite como esta, podemos seguir confiando en el ser humano al constatar que es capaz de hacer cosas como esta.
Esta historia nos deja muchas reflexiones, como el hecho de que la heroicidad está en la entrega desmedida hacia quien lo necesita, cuando las situaciones son límites. Que los legados que dejamos tienen que ver con la manera en la que entendemos la generosidad que nos lleva a arriesgarnos por los demás.
En esta ocasión ha sido la montaña, pero existen héroes anónimos en mares, desiertos y lugares extremos del mundo que se entregan sin condiciones para que otros seres humanos sigan viviendo. A todos ellos, gracias.