En posts anteriores he defendido la importancia del aprendizaje del éxito para consolidar la autoconfianza, que permite a las personas afrontar con audacia nuevos retos más complejos. El valor del éxito es incuestionable. Sin embargo puede suponer también el inicio del declive de los profesionales y las organizaciones. Jim Collins, uno de los gurús más respetados del management en su libro Empresas que caen y por qué otras sobreviven, estudia desde hace años las claves de la supervivencia y declive de muchas organizaciones. En su último libro explica gráficamente el camino que llevan aquellas organizaciones que empiezan a autodestruirse gracias a no entender el éxito de una manera adecuada. Y aunque Collins habla de organizaciones, este recorrido es muy similar al que muchas personas deciden tomar cuando inician su declive estando en lo más alto de su vida profesional.
El inicio de la caída empieza con la arrogancia nacida del éxito. El Hibris es el término utilizado en la antigua Grecia para definir el orgullo desmedido que hace caer a un héroe o la arrogancia desmesurada que causa sufrimiento al inocente.
Esta arrogancia es muy visible cuando se empieza a perseguir el crecimiento más allá de donde se puede abarcar con la excelencia que nos ha llevado al éxito, así como en la negación de la posibilidad de que el proyecto pueda estar en peligro debido a amenazas externas o erosión interna.
¿Cuáles son los indicadores que describen esta arrogancia?
Cuando las personas se sienten con derecho al éxito. Es decir, cuando no se tiene en cuenta el papel que la suerte juega y se ve el éxito como algo merecido y no como algo fugaz, fruto de muchas variables.
Cuando se descuida el engranaje principal de tu proyecto, dejando de renovarlo con la intensidad creativa que había llevado a la empresa a la excelencia. El engranaje principal es aquello que hacemos con excelencia y que construye nuestra reputación.
Cuando el QUÉ sustituye al POR QUÉ. Collins lo define como “Cuando la retórica del éxito (es decir, cuando pensamos que tenemos éxito porque hacemos estas cosas) sustituye a la comprensión profunda (tenemos éxito porque entendemos por qué hacemos estas cosas y sabemos en qué condiciones ya no funcionarían)”.
Cuando comienza el declive en la orientación al aprendizaje: Las personas pierden la curiosidad y la orientación al aprendizaje, elementos clave que definen a los individuos realmente grandes. Estos mantienen una curva de aprendizaje tan empinada como cuando iniciaban sus carreras.
Cuando se minimiza el papel de la suerte: Cuando las personas empiezan a pensar que el éxito se debe únicamente a sus cualidades superiores y las de su empresa. En muchas Escuelas de negocio aun se escucha eso de que “la suerte no existe”
La arrogancia nacida del éxito lleva a descuidar aquello en lo que hemos conseguido alcanzar la excelencia y fija la mirada en nuevas oportunidades abandonando aquello en lo que realmente somos buenos. Y esto no significa que no haya que abrir nuevas posibilidades sino que hay que continuar revitalizando el engranaje principal con la misma energía con la que un día empezamos
Los profesionales y las empresas que perduran en el tiempo son aquellas que apuestan por una renovación creativa constante
Piensa en los grandes profesionales. Steve Jobs no se renovó abandonando la tecnología para convertirse en novelista o banquero. Toda su vida la dedicó a trabajar con aquello en lo que era especialmente bueno pero lo que hizo fue renovarse y progresar a través de diferentes etapas, ya fuera en Apple o Pixar pero siempre dentro de su actividad primordial.
“Ser una persona que sabe es radicalmente diferente a ser una persona que aprende”. Jim Collins
La arrogancia aparece cuando crees que comprendes por completo todos los factores que te han llevado al éxito. Ahí empieza comienza el verdadero declive.
Da gusto empezar la semana con tus reflexiones, muchas gracias
Gracias Álvaro.
La humildad llevada como algo natural, suele ser motivo de chascarrillos ( y no pasa nada ).
Lo cierto es que mas tarde o temprano, la arrogancia tiene su precio.
Prefiero ser del ” equipo ” humilde.
Hablando del factor suerte, recuerdo una frase de uno de tus post que dice:
” La suerte se produce cuando la preparación se cruza con la oportunidad “.
Aunque a veces no apetezca, debemos seguir preparándonos.
Un abrazo
La suerte le llega (tanto la buena como la mala) al que sale a buscarla, si metemos un gol de rebote y por mala o buena suerte la pelota golpea a un jugador y termina incrustándose en la portería contraria fue en gran medida a que la pelota se jugaba en la cancha del contrario, hay que ir a buscar la buena suerte! Gracias Alvaro!