Homero decía que el carácter de un hombre depende de sus relaciones con el mundo.
Alguien más contemporáneo nuestro, como Richard Sennett, en su ensayo La corrosión del carácter reflexiona diciendo que: “El carácter se centra en particular en el aspecto duradero, a largo plazo, de nuestra experiencia emocional. El carácter se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo, bien a través de la búsqueda de objetivos a largo plazo, bien por la practica de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro. De la confusión de sentimientos en que todos vivimos en un momento cualquiera, intentamos salvar y sostener algunos; estos sentimientos sostenibles serán los que sirvan a nuestro carácter. El carácter se relaciona con los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados”.
¿Cómo decidir lo que es de valor duradero en un mundo impaciente y enfocado en la inmediatez? ¿Cómo apostar por las metas a largo plazo en un mundo en el que mañana es casi una utopía?
La confianza y el carácter están estrechamente ligados ya que ambos se construyen en el largo plazo. Sin embargo en las organizaciones modernas que se orientan a la inmediatez no hay tiempo suficiente para que la confianza madure. Y me refiero a la confianza informal. Esa que se construye
Es paradójico observar como muchas organizaciones actuales profundamente hiperconectadas, están marcadas por la “fuerza de los vínculos débiles” tal y como explica el sociólogo Mark Granovetter. Sin embargo los vínculos sólidos dependen de asociaciones que requieren más tiempo.
Sin duda estamos viviendo épocas donde la fragilidad se ha convertido en un denominador común.
Por ejemplo, el mundo del deporte es un claro ejemplo de esta reflexión. Equipos que apuestan por construir un proyecto a medio y largo plazo terminan aflorando un carácter visible y reconocible sobre el resto. El carácter, que en muchas ocasiones llamamos “estilo de juego” se construye a lo largo de las temporadas. Esta metáfora es fácilmente transferible a las personas y las organizaciones que “saben a lo que juegan” y son fácilmente identificables.
Y como nos recuerda Sennett, el carácter se expresa a través de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro y no solo de una satisfacción presente. No quiero decir con esto que nos olvidemos de disfrutar el presente. Necesitamos hacerlo siempre, pero mirando un poco más allá, un poco más lejos y un poco más grande.