Ahora que ya estoy acumulando años a mi vida y trato de incorporar mucha vida a mis años, presto especial atención a aquellas personas que desafían la lógica. Busco inspiración en aquellos, que en contra de todo lo que espera de ellos, muestran de lo que son capaces en situaciones no aptas para los más osados. En un fragmento de la película Invictus, el presidente Mandela habla con Francois Pienaar acerca del liderazgo, ¿Cómo lograr que las personas sean mejores de lo que ellos creen? Es muy complicado. La inspiración es la clave. ¿Cómo hallamos la inspiración para superarnos cuando no nos queda otra opción? Creo que a través del trabajo de otros.
Pues en este caso la inspiración nos llega gracias a dos deportistas atípicos. Los Carlos. Sainz y Soria.
El primero acaba de ganar su segundo Dakar en la edición más dura que se recuerda. Una prueba exigente por naturaleza y que en esta ocasión ha sido especialmente cruel con muchos de los participantes. Hemos visto abandonar más participantes que en ninguna edición y entre todos ellos un deportista de élite con 55 años ha resultado campeón.
El segundo, Carlos Soria, con 78 años a sus espaldas sigue ascendiendo ochomiles y ya lleva 12.
Quizá, como algunos dicen, los 50 se han convertido en los nuevos 30. Pero en una realidad donde lo joven sustituye con demasiada rapidez a lo viejo, que aparezcan quienes desafían sus límites en entornos que “no les pertenecen”, nos abre puertas para seguir superarnos cada día.
Ambos deportistas nos ponen delante la importancia de tener un proyecto. Las personas sin proyecto se rinden. Escribía hace unos días Pilar Jericó, que lo contrario de la valentía no es la cobardía sino la comodidad.
Los ejemplos de Carlos Sainz y Carlos Soria nos ayudan a entender con sus proyectos, que necesitamos abrazar la incomodidad si queremos hacer que las cosas pasen. Cuando decides no moverte y conformarte, la vida te moverá a su voluntad.
Quizá sea porque ya empiezo a acumular muchos cumpleaños pero veo cada vez más ejemplos que me ayudan a creer que lo mejor está por llegar, que mi mejor proyecto aún no está ni en mi cabeza. Quizá porque soy demasiado joven aún.