Hace unas semanas asistí como invitado a la graduación de una promoción de alumnos en la Facultad donde hace 25 años comencé mis estudios universitarios. El motivo era que también nos “homenajeaban” en una fecha tan significativa. Recuerdo muchos años atrás, que siendo alumno nos reíamos del momento en el que eso sucediera. Y hace unas semanas sucedió.
Lo que me dejó atónito y preocupado fue el lamentable discurso del alumno nº1 de la promoción. Lejos de aprovechar el momento para poner el valor a sus compañeros de estudios así como las experiencias vividas durante sus años en la universidad, el discurso se basó en un bochornoso elogio al “yoismo”.
Ayer leía, gracias a mi amigo Pablo Cava, un interesantísimo artículo publicado en El Mundo titulado La era del yoismo: cómo el culto al cuerpo nos ha vuelto insoportables
Según Julio Rodríguez, autor de Prevenir el narcisismo. Educa a tu hijo para ser feliz, no para ser el mejor, alerta del inicio de una epidemia de “selfitis” o la obsesión de salir perfectos en las fotos que se suben a las redes sociales y que está llevando cada vez a más jóvenes a someterse a tratamientos, en muchos casos obsesivos, para alcanzar la belleza y de esta manera obtener más seguidores.
De la misma manera el Dr. Rodríguez aporta el no menos preocupante dato de que el 1% de la población mundial sufre el Trastorno Narcisista de la Personalidad, de los cuales los hombres son mayoría sobre las mujeres. Delirios de grandeza y superioridad, extremada sensibilidad a la crítica y sobreprotección que les lleva a vivir en una burbuja. Todos conocemos casos de políticos, deportistas, artistas e influencers seguidos por cientos de miles e incluso millones de personas que encajan en esta patología
Es paradójico que en un momento en el que la necesidad de cooperar, donde el concepto de equipo es cada día más imprescindible para abordar proyectos de envergadura, crezca exponencialmente el egocentrismo desmedido y la arrogancia desenfrenada del “yo mimé conmigo”
Haz una prueba: Si estás en una sala con varias personas, pide que levanten la mano aquellos que se consideran personas humildes. Estoy convencido que prácticamente todos la levantarán. Sin embargo todos sabemos que el ego desmesurado es uno de los grandes problemas actuales. Quizá lo haya sido siempre pero ahora se acelera gracias a internet, a culturas sobreprotectoras y a la cultura de la fama fácil, superficial e indecente donde la dignidad de la persona pasa al último plano con tal de tener visibilidad y followers.
¿De verdad interesa subir todos los días la foto de lo que has comido? ¿O una foto en el gimnasio con pose y morritos? ¿Qué valor aporta? ¿Qué valores transmite? ¿En qué hace mejor a quien la ve? ¿Qué realidad mostramos?
Una de las claves de la influencia reside en la autenticidad. La naturalidad y la perfecta imperfección de quienes somos. Esta burbuja de narcisismo, selfitis y yoismo terminará estallando y desgraciadamente se llevará muchas vidas por delante. Será duro para muchas personas, caer sin saber quienes son, porque para saber ganar hay que saber perder. Y para saber perder hay que saber quién eres. Y desgraciadamente hay muchas personas a las que el personaje se les comió hace tiempo. Y ante la pregunta, ¿Tú quien eres? Es posible que no encuentren respuesta alguna más allá del personaje que un día crearon y se creyeron.