La voluntad es un músculo que se entrena pero que también se gasta.
Mark Muraven, director del departamento de psicología de la Universidad de Albany, diseñó un interesantísimo estudio sobre la fuerza de la voluntad. Puedes leerlo aquí.
Dividió en dos grupos a varios estudiantes universitarios y les invitó a entrar en una sala donde, sobre una mesa, colocó una bandeja de galletas recién sacadas del horno.
A los estudiantes de uno de los grupos les pidió amable y respetuosamente que no se comieran las galletas. Les explicó que estaban desarrollando un estudio para medir su capacidad para resistir las tentaciones, agradeciéndoles el tiempo invertido en la investigación.
A los alumnos del otro grupo no les trató de la misma manera. Les ordenó: “no podéis comer las galletas”.
Los estudiantes debían hacer caso omiso a las galletas durante 5 minutos. Hubo 3 de los 82 participantes que cayeron en la tentación y sus datos fueron eliminados del estudio.
Pasados los 5 minutos se invitó a cada uno de ellos a realizar una prueba frente a la pantalla de un ordenador. El test consistía en prestar atención a una serie de números que iban apareciendo cada medio segundo, de tal manera que cuando aparecía un 6 seguido de un 4, el alumno debía tocar la techa espaciadora. Este test se ha convertido en una forma estándar de medir la fuerza de voluntad. Prestar atención a una secuencia aburrida de números que pasan muy rápido requiere un alto nivel de concentración.
¿Qué ocurrió con los estudiantes?
Básicamente que los estudiantes tratados con amabilidad y respeto fueron capaces de aguantar 12 minutos realizando el ejercicio. A pesar de haberse resistido a la tentación de las galletas recién hechas, aún tenían fuerza de voluntad suficiente para resistir 12 minutos realizando una tarea que requería concentración.
Por el contrario, los alumnos que fueron tratados sin ninguna consideración obtuvieron unos resultados muy pobres. Argumentaron que estaban cansados y que no podían concentrarse.
Las indagaciones posteriores de Muraven concluyeron que la causa por la que los estudiantes tratados con respeto tenían más fuerza de voluntad se debía a lo siguiente: Sentían que tenían control sobre la experiencia. En palabras del investigador “Cuando se les pide a las personas que hagan algo que requiere autocontrol, si piensan que lo están haciendo por razones personales, si sienten que es como una opción o algo que les gusta porque ayuda a alguien, les cuesta mucho menos. Si sienten que no tienen autonomía, que simplemente están siguiendo órdenes, sus músculos de la fuerza de voluntad se cansan antes”.
Un estudio como este debe servirnos para prestar atención en los ámbitos educativos, deportivos o empresariales. Cuando queremos estimular la fuerza de voluntad, el hecho de generar confianza puede aumentar exponencialmente la energía y la concentración de las personas en las tareas que realizan. Tratar con la dignidad que se merece todo ser humano tiene un impacto posterior en la musculatura de su fuerza de voluntad haciéndola más resistente en situaciones que exigen mantener un esfuerzo sostenido en el tiempo. Y realmente creo que cuesta muy poco hacerlo y los beneficios son realmente poderosos.