Qué mejor para empezar el 2016 que compartiendo reflexiones sobre los grandes autores a los que necesitamos asomarnos para estimular nuestro aprendizaje. Theodore Zeldin, del quien ya he compartido alguna cita, es el primer protagonista de este nuevo año. Especial mención merece su obra Conversación. Un libro que engancha desde el inicio y que resume a modo de conferencia magistral las razones por las que el arte de conversar es y será la herramienta más poderosa para el desarrollo personal y profesional.
Una de las nuevas grandes competencias que más debemos desarrollar en nuestros niños y jóvenes es el arte de la conversación poderosa, el arte de dominar la conversación con quien es muy diferente a ti. Ahí es donde se puede llegar a generar transformaciones que nos hagan ser personas ligeramente diferentes a las que éramos antes de empezarlas. Creo, y cada vez más firmemente, que una conversación poderosa va más allá que un gran proceso de coaching.
El libro contiene innumerables ideas sobre las que conversar pero seleccionando algunas para este post me quedo con las siguientes:
“Hablar es bueno” tan solo es una verdad a medias al igual que decir que comer es bueno. Al igual que no todo lo que se come es bueno para la salud, mejor que hablar deberíamos referirnos a la necesidad de conversar para mejorar.
El arte de dominar una conversación poderosa tiene más que ver con el silencio y la pausa que con la elocuencia. Son demasiados los “tertulianos” ágiles que navegan tan solo en la superficialidad de las conversaciones sin madurar su discurso. La inmediatez y la caducidad del comentario no permiten el tiempo imprescindible para que se genere el aprendizaje profundo que provoca la conversación poderosa. Además muchas de estas tertulias televisivas adolecen de la gran enfermedad de la conversación insana. No incorporan el ingrediente del respeto mutuo, infectadas muchas de arrogancia desmedida. Dice Zeldin que no hay nada más difícil que conseguir la confianza sin arrogancia. Generar una conversación entre iguales es el arte supremo.
Las conversaciones mueren cuando las personas que conversan son muy parecidas. El alimento de una conversación poderosa es la diferencia, y de ahí el valor de viajar, de conocer otras culturas, otras historias de vida que refresquen y renueven los diálogos compartidos. Sin embargo, la creciente especialización profesional hace que cada vez sepamos más de menos cosas. Y esto hace muy poco atractivo el diálogo con otros ya que no tenemos temas sobre los que conversar. En algunas ocasiones porque no resulta fácil hablar de aquello tan especifico a lo que nos dedicamos y en otros casos, porque ni nos interesa lo que otros hacen, ni nuestro área de conocimiento es interesante para los demás. Cuenta Zeldin en su libro que un productor en la BBC le dijo que su trabajo estaba estrechando su mente. El exceso de especialización es un motivo de “exclusión social” en materia conversacional. Al fin y al cabo la curiosidad se estimula cuanto más conocemos del mundo.
“Las ideas no solo tienen que encontrarse sino abrazarse”
Algunos entrenadores y líderes son cuestionados por su dificultad a la hora de relacionarse con jugadores y colaboradores, posiblemente por no manejar la conversación desde la firmeza y el respeto. Empieza a ser cada vez más evidente que es en la conversación estimulante donde reside el aprendizaje profundo y bidireccional.
Quizá por todo esto, la educación necesita estimular con determinación y con urgencia las conversaciones en la frontera de lo que entendemos y de lo que no, con personas con ideas opuestas a las nuestras , desde el respeto profundo por el otro, que es la medida de la dignidad humana.
“La conversación necesita pausas, y los pensamientos, tiempo para hacer el amor”
Una conversación poderosa es un inmenso regalo que pocas veces nos hacemos. Gran artículo, Álvaro. Lo comparto en Facebook