Ojos abiertos y oídos atentos. El deporte suele ser un claro indicador que marca el camino en otras áreas de la vida. Una vez finalizados los Juegos Olímpicos de Rio 2016 se consolida y se confirma que el deporte femenino ya es una realidad. Mireia Belmonte, Carolina Marín, Ruth Beitia, Eva Calvo, Maialen Chourraut, Lydia Valentín, el baloncesto femenino y el equipo de gimnasia rítmica han tocado el metal en estos Juegos. Y no solo ellas sino que otras muchas deportistas han obtenido diplomas olímpicos.
Todas nos enseñan el camino no solo del éxito deportivo, que seguramente se irá difuminando con el paso de los meses. Ellas nos enseñan todo lo que hay detrás de las medallas:
No solo el esfuerzo indestructible de muchos años de entrenamiento sino su capacidad para compaginar el tiempo de entrenamiento con otras parcelas profesionales y familiares.
La excelencia elevada a la enésima potencia. El descenso de Maialen Chorraut fue prácticamente perfecto. Su capacidad de lectura de cada puerta, su anticipación y su fuerza le permitieron obtener un oro complicadísimo en su disciplina deportiva. Además de la complejidad de prepararse cuatro años para una cita olímpica, Maialen decidió ser madre. Sin duda un factor más que le da un valor extra a este premio.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/carrera_chorraut/3690994/
El ADN competitivo: La presea de Carolina Marín nos muestra la esencia del espíritu competitivo. Siempre que queremos recurrir a una metáfora sobre la competitividad, solemos acudir a imágenes masculinas. Vinculamos la hostilidad y la complejidad con escenarios masculinos. Ahora ya tenemos a Carolina Marín para explicarlo desde una perspectiva femenina.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/rio-2016/carolina/3698411/
La tenacidad: 26 años de esfuerzo para conseguir el oro a sus 37 años. Ruth Beitia estuvo a punto de retirarse tras los juegos de Londres 2012. Su entorno le animó a continuar. Su recompensa, el oro tras saltar 1,97.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/saltoruthbeitia197/3699359/
La ambición y el espíritu de ir un poco más allá. Mireia Belmonte, la mejora nadadora española de todos los tiempos, nada más acabar su participación en Rio y tras haber conseguido dos medallas más, declaraba “Aún me queda ser campeona del mundo de piscina de 50, y creo que es el objetivo por el que trabajaré el año que viene. Por suerte siempre tenemos nuevos retos, somos muy insaciables. Siempre hay que querer más y no conformarse con lo que se tiene”
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/mireia-belmonte-se-hace-oro-olimpico/3690643/
El descaro y la frescura de trabajar en equipo. Las jugadoras del equipo femenino de baloncesto alcanzó por primera vez un metal de más valor que el de sus compañeros de la ÑBA. Todo un logro que abre el camino de otros muchos más.
La complejidad que parece sencillez. La Gimnasia rítmica nunca suela faltar a la cita olímpica. La complejidad de este deporte no solo se basa en la dificultad técnica sino en la capacidad de coordinarse de manera milimétrica con el resto del equipo. Belleza en estado puro.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/rio-2016/gym-artistica_aros_210816/3699793/
Tan solo son unos pocos ejemplos de las muchas deportistas que han participado entre las mejores deportistas del mundo que una vez cada cuatro años se dan cita con la gloria olímpica para ser recordadas siempre.
Aún les quedan muchas dificultades que solventar para ser reconocidas como los hombres deportistas, pero sobre todo queda un reto más. Necesitamos ver más mujeres entrenadoras. Aún es un terreno ocupado por hombres. Me encantaría ver a una seleccionadora de un equipo masculino gracias a su talento y sus capacidades. Necesitamos feminizar la dirección de personas y equipos. Es posible que ellas también puedan ayudarnos a entender que es necesario sustituir la sangre por la serenidad, transformar el “a vida o muerte” por la atención plena, apostar por la exigencia firme y respetuosa frente al miedo y al maltrato. No todo vale.
Ellas nos están mostrando el camino.