Imagina que tu hijo está aprendiendo a trepar. Seguramente te da miedo que se caiga y se lastime pero si no le sueltas, nunca aprenderá a trepar por si mismo. Si cuando fuimos niños no nos dejaron lo suficientemente lejos, se plantea complicado desarrollar una buena autoconfianza.
Lo suficientemente lejos para que pueda hacerlo por si mismo, lo suficientemente cerca para protegerle adecuadamente
La gestión por confianza bien podría resumirse utilizando esta frase.
Lo suficientemente lejos para permitir el espacio necesario a todo aquel que decide aprender. Y aunque no sea consciente de estar aprendiendo, la distancia es un regalo para el aprendizaje. En la distancia adecuada se genera la posibilidad de que las personas aprendan por si mismas, asombrándose y descubriendo nuevas posibilidades y soluciones.
Lo suficientemente lejos para que sientan la incertidumbre, la ambigüedad y la complejidad que envuelve a los aprendizajes significativos. Para que aparezcan las dudas y para que entiendan que en la adversidad están las respuestas.
Lo suficientemente lejos para no caer en el error de la sobreprotección, que se convierte en la agresión encubierta que dificulta la posibilidad de aprender y desarrollar el talento.
Y al mismo tiempo, lo suficientemente cerca para protegerles adecuadamente, acompañando en el siempre inacabado proceso de aprendizaje.
Lo suficientemente cerca para recordarnos que debemos estar presentes en los aprendizajes de los nuestros y sin desaparecer, porque el abandono emocional hiere en lo más profundo.
¿Qué hace a padres, líderes empresariales o entrenadores no estar lo suficientemente lejos? ¿qué les lleva a no confiar en hijos, colaboradores o deportistas?
Por un lado creer en un modelo de relación vertical, que no respeta las capacidades de quienes inician un aprendizaje. Cuando un padre olvida que los aprendizajes que desarrolla su hijo son los más difíciles a los que se está enfrentando, está siendo profundamente irrespetuoso con sus capacidades. Y los mismos comportamientos que se tienen en casa se llevan al entorno laboral y viceversa. Casualmente los mejores líderes que conozco lo son en sus trabajos y en sus casas. Y no hablo de resultados, sino de liderazgo transformador, de ser verdaderos mentores y maestros.
Por otro lado nuestros miedos, nuestras dudas y todo aquello que fantaseamos que puede ocurrir. Cuando estamos llenos de miedos irracionales no somos capaces de alejarnos lo necesario para regalar espacio para la autonomía del otro. Y es curioso porque luego, llegado el momento, les exigiremos esa autonomía. Sin embargo, si no la estimulamos en el momento adecuado, ¿cómo vamos a solicitarla cuando sea necesaria?
Educar y liderar es un permanente ejercicio de desapego en el que es imprescindible apostar por el largo plazo y creer en las infinitas posibilidades del ser humano.
Lo suficientemente cerca para que se sientan parte de una comunidad (ya sea la familia, su trabajo o su equipo) y contribuyan a ella y lo suficientemente lejos para que descubran que son dueños de sus aprendizajes.
Increible Álvaro! Cada lunes superas al anterior. A quien mas o a quien menos le afecta a nivel personal o profesional. Gracias por compartirlo con nosotros.
Que razón tienes Álvaro. Lo importante es encontrar el equilibrio.