La Real Academia Española de la lengua define el término obedecer como cumplir la voluntad de quien manda. Ya solo con esta definición se hace poco apetecible ser obediente. La responsabilidad por su parte habla de la libertad para actuar y reconocer y aceptar las consecuencias de nuestros actos.
Sin duda, en mi caso, prefiero tener cerca personas responsables que personas obedientes. No me cabe la más mínima duda. Sin embargo, ¿cómo es posible reclamar la responsabilidad de los adultos si permanentemente tratamos de educar a los niños en la obediencia?
El autoritarismo del adulto es muy probable que provoque una relación de sumisión o de lucha de poder. Sin duda que establecer una relación de obediencia es más rápida ya que ser desobediente suele llevar implícito un castigo posterior. Sin embargo la obediencia doblega la voluntad del niño con el fin de cumplir el mandato del adulto. Si bien tiene resultados efectivos a corto plazo, es altamente perjudicial para el niño al largo plazo.
Si quiero tener un adulto responsable, ¿no es más inteligente estimular cuanto antes la responsabilidad en un niño?
Entrenar la responsabilidad puede hacerse desde edades muy tempranas y pasa por la apuesta de hacer participe al niño de las decisiones que atañen a su vida diaria. Cuando son muy pequeños es interesante ofrecerle opciones limitadas para estimular su toma de decisiones. Cada vez que ofrecemos la posibilidad de que un niño participe en las decisiones que le implica su día a día, estamos respetándole como persona. Si el adulto toma las decisiones por el niño, ¿cómo lo interpretará el niño?. Es curioso como exigimos a los adultos que tomen decisiones en cualquier situación cotidiana y sin embargo no facilitamos los momentos para que los niños se entrenen en una competencia tan importante como esta. Y si no existe un entrenamiento sistemático, los aprendizajes tardan más en llegar. Hay muchos adultos en miles de organizaciones que temen tomar decisiones y esperan que otros las tomen por ellos. ¿No será fruto de lo que han aprendido? ¿Es posible que desde niños les hayan evitado sistemáticamente la posibilidad de participar en la toma de decisiones? Quizá no han sido escuchados con autenticidad y respeto por sus adultos.
Pero cuidado, no nos equivoquemos: No enfocar en la obediencia nada tiene que ver con obviar que existen reglas que necesitan ser cumplidas con firmeza en cualquier sistema (ya sea familiar, profesional o cualquier otro). En cualquier lugar donde se van a desarrollar aprendizajes significativos es imprescindible que existan normas que sean respetadas. Pero normas para todos. No solo para los niños. La autoridad se gana desde el establecimiento de la confianza y la coherencia. Si el adulto impone su autoridad bajo la amenaza y el castigo, le muestra a los niños una manera de comportarse con los demás cuando sean adultos.
La responsabilidad se estimula educando desde el respeto y la firmeza y ayudando a los niños a orientarse a las soluciones. Para enseñar a un niño a ser un adulto respetuoso es necesario que sea respetado y que observe que los adultos con quienes vive se respetan entre ellos. Si no es así es muy difícil conseguirlo.
Un niño no es un adulto en pequeñito, sino más bien un proyecto de adulto. En el deporte, en la educación y en la vida no existen los atajos. Ayudar a enriquecer la “caja de herramientas” con las que un niño se manejará en la vida requiere una apuesta por estimular su responsabilidad.