Recientemente leí un interesantísimo artículo publicado en el New York Times que se titulaba ¿Importa que tengas un propósito en la vida?
En él, el autor reflexiona sobre la idea de la carencia de propósito que, según el autor y corrientes de pensamiento tiene el universo, frente a la necesidad de los seres humanos de tener un propósito para ser felices.
Quizá sea así, no tengo conocimiento ni argumentos suficientes para ponerlo en duda. Lo macro, y si hablamos del Universo pocas cosas son tan macro, se me escapa como me imagino que le ocurre a muchas personas.
Lo que si creo (y digo claramente que es una creencia) es que yo, al menos, necesito tener un propósito. E incluso más que eso, necesito estar co-escribiendo mi propósito con mi gente más cercana. Con los de toda la vida, con los que han aparecido recientemente y con los que se acercan y se alejan a lo largo de mi vida.
Los propósitos necesitan ser colectivos porque somos seres sociales y porque vivimos en un mundo hiperconectado que nos facilita ese contacto si sabemos utilizar adecuadamente las herramientas que nos regala nuestro entorno.
Tener un propósito nos impulsa a mantener y elevar nuestra motivación intrínseca, a ir más allá por el hecho de que lo que buscamos trasciende a nosotros mismos. Y aunque el universo y su entropía (el grado de desorden de un sistema) diga lo contrario yo quiero creer que tener un propósito compartido provoca una sensación de felicidad, que aunque frágil, me permite avanzar con entusiasmo.
Y estoy totalmente de acuerdo que el universo tiende hacia el desorden, o dicho de otra manera, que la vida es caprichosa y nunca responderá al orden y la lógica sino a todo lo contrario. Tomar conciencia de esto es un buen ejercicio para todas aquellas personas que tienen una fuerte necesidad de control.
Pero mientras el universo siga avanzando hacia su desorden total y su desaparición (como todos nosotros aunque en nuestro caso desapareceremos antes) en ese camino necesito encontrar propósitos que sigan dándome sentido.
Mi familia, mi hijo, mi mujer son motivos más que suficientes para avanzar con optimismo realista.
Como dice el maestro Joaquín Sabina tenemos “más de cien motivos para no cortarse de un tajo las venas, más de cien mentiras que valen la pena”