José Antonio Marina describe la voluntad como “la motivación inteligentemente dirigida ó la motivación dirigida por la inteligencia”. Es por este motivo que las personas que esperan estar motivadas para hacer algo fracasan estrepitosamente sin haber comenzado. La voluntad de hacer y ponerse en marcha es lo que determina que la motivación aparezca, ya que es la manera de ejecutar inteligentemente el motivo que nos mueve.
Y es en la voluntad donde reside la libertad desde donde nuestros comportamientos dejan de ser mecánicos y empiezan a ser conscientes y voluntarios. Es en la voluntad donde comienzan los cambios y las mejoras.
Sin embargo la voluntad, que depende 100% de cada persona, puede fracasar por varios motivos. Y según Marina estos fracasos son:
La deficiencia del deseo, es decir, la desgana, el desánimo, el cansancio o el aburrimiento crónico. El deseo es una llamada a la acción que necesita ser aterrizada en forma de proyecto estimulante y tangible. Etimológicamente la desidia significa “pródigo en deseos”, lo que viene a explicar que los deseos desequilibrados por exceso o defecto afectan a la voluntad.
La esclavitud de la voluntad, como el caso de las adicciones y ciertas emociones como el miedo tóxico, que bloquean la voluntad haciéndola prisionera.
La impulsividad, es decir, la incapacidad para autorregularnos y controlar nuestros impulsos. El comportamiento impulsivo es el que pasa a la acción sin deliberación. Y es en esta pérdida de control y deliberación donde reside el fracaso de la voluntad.
La indecisión, o la incapacidad de tomar decisiones para pasar a la acción después de analizar las situaciones. Esta indecisión que Kierkegaard presenta al hablar de que “la angustia es la conciencia de la posibilidad” o el “miedo a la libertad” de Erich Fromm
La procrastinación, o la rutina de aplazar constantemente la realización de tareas y proyectos. La Ley de Emmet anuncia que “El temor a realizar una tarea consume más tiempo y energía que hacer la tarea en si”. El procrastinador es un adicto al día siguiente. En muchas ocasiones se procrastina porque se fantasea que lo que tenemos que hacer nos va a ocupar mucho más tiempo que lo que realmente nos ocupa. Mejor que sentarse para no poder acabarlo es preferible hacerlo en un momento mejor que sin embargo nunca llega.
La rutina, entendida como hábito improductivo, que se alimenta de la creencia de que lo que en un momento funcionó, debería funcionar en cualquier ocasión. La rigidez de las rutinas improductivas reducen la voluntad haciéndola fracasar.
La inconstancia, o expresado de otra manera, la incapacidad para soportar el esfuerzo derivado de aquellas decisiones que implican comprometerse en proyectos de larga duración, donde aparecen obstáculos que nos exigen altas dosis de persistencia.
La obcecación o la tozudez es uno de los grandes fracasos de la voluntad. Cuando en muchas ocasiones hablamos de que “aprendemos de los errores”, obviamos el hecho de que si erramos siempre en los mismos errores y persistimos tozudamente en ellos no estamos aprendiendo nada. Lo inteligente es saber cuando perseverar y cuando desistir.
“La calidad de la voluntad va a depender de la calidad de la inteligencia” José Antonio Marina
Muy bueno (como siempre!)
A veces creemos que “con voluntad basta”, pero hay que entender la VOLUNTAD “con mayúsculas”.
Creo que estos puntos concretan muy bien cuáles son los factores de éxito relacionados con “ponerle voluntad” a las cosas y que realmente tenga sentido.
Además, he aprendido una palabra nueva! 🙂 PROCASTINACIÓN
Buena semana!
Muchas gracias Teresa !!! El libro de Marina Los fracasos de la inteligencia es una pequeña gran joya 🙂
Un beso
Sólo dejar una frase de un gran psicólogo: “Alguien se convierte en fracasado sólo cuando deja de luchar.” Josep Araguàs.
Saludos.
Tamar
Muchísimas gracias Tamar, siéntete libre de compartir todo lo que quieras.
Abrazos
Me gustó mucho.
Lo compartiré en familia.
Un cordial saludo
Que bien !!
El libro de Marina de La inteligencia fracasada es una obra de arte.
La inteligencia no trata de resolver problemas sino de plantearlos. Una meta equivocada, falsa o mala pervierte todos los razonamientos que conducen a ella.