De nuevo el deporte nos regala momentos para la historia y sin lugar a duda, nos coloca delante la posibilidad de extraer aprendizajes profundos para la vida.
España se ha proclamado nuevamente campeona de Europa de baloncesto y su éxito va más allá del resultado final, porque nos enseña el camino para descubrir cuales son algunas de las claves indispensables para construir un equipo de oro.
El valor de la derrota útil. En el deporte, al contrario de otros entornos profesionales, cuando se pierde, se pierde. No hay excusas ni posibilidad de escapar a un resultado adverso. De la derrota se aprende si se quiere aprender. Se aprende si hay actitud para ello y la suficiente autocrítica para hacerlo. Y la manera de aprender de las derrotas es no temer al conflicto que la derrota genera.
Los valores de un equipo se ponen a prueba en la adversidad. Es fácil poner los valores por bandera cuando el viento sopla a favor. Pero la verdadera medida de los valores de un equipo aparece cuando el entorno se vuelve hostil y se quiere ganar a cualquier precio alejándose de la esencia. Ser fiel a los valores de un equipo es el único camino para la victoria final.
El talento que no es colectivo tan solo es individualismo. Es más fácil que tu equipo consiga éxitos sin ti que tú los consigas sin tu equipo. El verdadero talento es el que conecta con otros talentos, el que mejora al colectivo, el talento generoso y solidario. El figura de Pau Gasol es tan grandiosa como lo es su capacidad para hacer mejor y más competitivo a su equipo.
La confianza es la base sobre la que se construye cualquier equipo. Nunca aparecerá el compromiso si la confianza no se ha construido a fuego lento. El indicador de la confianza de un equipo es la calidad de la conversación. Cuando en un equipo solo uno habla y el resto calla, es el miedo quien gobierna. Los equipos que confían en sus jugadores son los que más debaten, los que no se conforman con las primeras soluciones válidas que aparecen. Son los equipos que apuestan por mostrar su vulnerabilidad y pedir ayuda, que apartan las luchas de poder y se entregan con energía y tiempo a los asuntos importantes.
Solo un equipo que es capaz de aprender puede llegar a ser leyenda. Un equipo que aprende de la derrota para ser más resiliente y que aprende de la victoria para ser más humilde. Un equipo de leyenda es un equipo que se siente eternamente principiante, que es permeable a nuevos aprendizajes y lo hace de manera ágil y flexible.
Los equipos de leyenda están construidos sobre la responsabilidad y no sobre la obediencia. Un signo de madurez colectiva es la responsabilidad grupal. Solo de esta manera es posible alcanzar altos estándares de performance. Cuando hay responsabilidad colectiva se reduce la dependencia hacia un único líder salvador. Importa más el liderazgo de cada miembro que dejar todo en manos de la única persona capaz de evitar la derrota. Los equipos responsables toman decisiones valientes, arriesgan en pos de un objetivo común y no buscan culpables cuando los resultados no son los esperados. Nunca permitirán que nadie se esconda y no se exija el máximo en las responsabilidades individuales.
Más allá de un nuevo triunfo deportivo hay una lectura poderosa para construir nuestros equipos. Aprendamos del éxito humilde, de la victoria solidaria y del premio colectivo.
Que importante es tomar conciencia del poder de la palabra y del trabajo en equipo. Dos conceptos capaces de hacer que una persona y muy especialmente un niño se hunda o toque el cielo.
Ejemplo, palabra, actitud, obtener la lección adecuada en la derrota, saber gestionar la victoria y entender que el camino es largo, es básico no solo en la educación, también a la hora de forjar grandes deportistas desde una edad temprana y crear futuros campeones.